jueves, 11 de abril de 2013

Orificios en la cabeza (fragmento), de I. Asimov

Un amigo mío dijo una vez que le gustaría ver cómo llevo yo mi archivo. Fuimos, pues, a mí despacho y le dije: "Este clasificador es de correspondencia. Aquí guardo los manuscritos viejos. Aquí los que están en preparación. Éste es el fichero de mis libros; éste el de las novelas cortas; aquí otros escritos breves..."
"No, no -dijo-. Todo eso es trivial. ¿Dónde guarda usted sus fichas de datos?"
"¿Qué fichas de datos?, exclamé perplejo. Yo hablo a menudo con perplejidad. A ello atribuyo en parte mi simpatía, acaso haciéndome ilusiones.
"Las fichas en que usted apunta datos para utilizarlos en futuros artículos o libros, clasificadas por materias."
"Yo no hago eso -dije con inquietud-. ¿Es que debe hacerse?"
"Pero entonces ¿cómo conserva usted las cosas en la memoria?"
Me alegró poder contestar a eso claramente. "No lo sé", dije. Y él pareció un tanto enfadado conmigo.
Pero de veras lo ignoro. Sólo sé que, desde mis primeros recuerdos, me pinto solo para clasificar. Todo se me distribuye en categorías, se me divide, numera y dispone en la mente, en ordenadas casillas. No me preocupo de hacerlo; es cosa espontánea.